sábado, 18 de mayo de 2013

Maldito hijo de la gran puta

Imaginen que acaban de echarse en el sofá para dormir la siesta. El vaquero ya se ha subido al caballo para perseguir al mismo indio de todas las películas que ves para dormir la siesta. De repente, cuando ya se te empezaba a nublar la vista, llaman a la puerta. Piensas en no levantarte y hacer como que no hay nadie en casa, total quién coño llama a esta hora. Así que pasas. Cambias de postura y... vuelve a sonar el timbre. "Joder y si ha pasado algo, y si ha salido ardiendo la casa del vecino... que le jodan , eso le pasa por cambiar la decoración del salón a las dos de la mañana". Entonces, es cuando te levantas a abrir la puerta. Lo llevas dentro.

"Maldito hijo de la gran puta"- piensas- y no, no es tu vecino. Es un puto vendedor de seguros de los muertos. Bueno para después de muerto, para que el boquete en el que te entierren lo cave otro mientras tu le vas pagando un pastizal durante 40 años todos los meses.

Pues ese, lector, soy yo. No el tipo al que no le dejan dormir, sino el maldito hijo de la gran puta. Y esa, amigo, fue mi primera experiencia como publicista, como redactor de telemarketing o de venta puerta a puerta. Sinceramente, un auténtico fracaso para mi economía, pero una valiosa experiencia para empezar a conocer a los consumidores.

Ahora, desde aquí, intentaré compartir con  vosotros algo diferente de lo que los bigotes con pantalón de pitillo ven detrás de su café en vaso de cartón.

Atentamente,



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